Organizaciones basadas en el ahora

>> sábado, 31 de octubre de 2009

Suelo escuchar cómo se confunde empresa cortoplacista con empresa que vive en el presente. A primera vista podría parecer lo mismo, pero nada más alejado de la realidad.

Vivir el presente en términos generales y abrazando el concepto del aquí y ahora, va mucho más lejos que hacer lo que me de la gana... y ya dirá el destino. Una actitud que podría parecer pasota y en este caso así lo es.

Mi concepto de empresa, organización basada en el presente intenta quedarse con esa idea del aquí y ahora de las tradiciones orientales. Vivir y saborear el presente, mimar éste para que el mañana, o sea, el próximo presente, sea igual de precioso y auténtico que el momento anterior.

La empresa moderna vive tan metida en los planes anuales, quinquenales o trimestrales que se olvida del ahora. Y en ese intentar encajar todo con esos planes, acaban desperdiciando el momento, el día a día. Y eso produce falta de claridad mental y organizativa, estrés, desasosiego, dudas...etc.

Es hoy, y sólo hoy cuando tenemos que mimar a nuestros empleados-colaboradores, es hoy y sólo hoy cuando tenemos que resolver los problemas, es hoy cuando tenemos que cooperar con proveedores. Hoy y sólo hoy tenemos la oportunidad de hacer las cosas.

Tristemente las empresas se pasan la mayoría del tiempo intentando adivinar la incertidumbre del futuro y/o solucionar los errores del pasado. Y en esa dualidad metafísica se queda la casa sin barrer.

No hay nada más científico que encarar la realidad en el momento que suceden las cosas. Y ése no es otro que el presente.

Si mimas tu empresa hoy, ahora; seguro que el futuro será maravilloso. Y nunca más tendrás que mirar el pasado.

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Banqueros, penalización al ahorro y consumo, consumo, consumo.

>> jueves, 22 de octubre de 2009

Los que creemos que los bancos nos roban nuestro dinero, nos cobran comisiones absurdas, ficticias, y ni se molestan en hacerlo crecer (claro, viven de las comisiones); ¡ Cómo si el dinero lo fueran transportando en sacos cargados en la espalda! No hombre, no. La gran mayoría del capital que circula es ficticio, es binario, son ceros y unos que corren a través de una línea de alta velocidad. Nadie lo ve y menos lo toca. ¿Qué es éso de gastos de mantenimiento?

Pues bueno, últimamente las leyes están de lado de ellos, todos sabemos lo mucho que se les ha ayudado ahora en tiempos de crisis, ¡cómo si a mí me ayudara alguién! Ahora el gobierno de ésta triste España ha decidido subir las cotizacones a los que como yo, no creen en los bancos y prefieren invertir y hacer crecer su dinero como buenamente puede. Porque para que otro juegue con mi dinero y me cobre por ello(tiene guasa, les damos nuestra pasta y ellos te lo pagan quitándote una parte) ya lo hago yo.

Así que si un pequeño inversor se le ocurre jugar en bolsa o en cualquier otro producto financiero verá reducidas sus ganancias para mantener a la casta política y así de paso ayudar a su banqueros amigos.

La medida también está encaminada a que muchos desistan de querer mover su dinero y de esta forma acabar en el banco de marras, donde les robarán con guante de seda. Y no para ahorrarlo, no. Cómo el estado-sistema te penaliza por ahorrar, seguramente que gastarás, te endeudarás y así el banco seguirá creando más dinero y ganando más pasta. Nuestro querido ahorrador o inversor particular se convertirá en consumidor. Triste y mecánico consumidor.

Porque el sistema se basa en el consumo y deuda. Inquietante y dañino trinomio: consumir-producir-endeudar-se. ¿ Hasta cuándo podrá el planeta aguantar ?

Banquero, el mejor negocio del mundo. Si pierden mi dinero cobran, si lo hacen crecer cobran más; pero ganes o pierdas, ellos siempre se llevan su comisión. Negocio redondo.

Mientras el dinero esté por encima de las personas, es lo que hay.

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Individualidad a golpe de talonario

>> martes, 6 de octubre de 2009

Siguiendo las leyes de la economía moderna -Mr. Adam Smith, curioso que algo tan lejano le llamen economía moderna, así nos va- pues eso; si tenemos un bocadillo y dos personas, debemos dejar que ellos, de una forma egoísta, luchen, compitan por él. Resultando de ello, un ganador y un perdedor. En este caso uno pasa hambre y el otro no. Siempre hay un perdedor.



Pero nos dicen en las escuelas de negocio, en clase de seis a siete, que la competencia o ambición individual sirve al bien común. Y después de un breve descanso, en clase de siete a ocho, nos hablan de la responsabilidad social corporativa. ¿Cómo se come eso…?



La economía siempre basa sus teorías, modelos, en un mundo perfecto, sin ruido. Un mundo mecanicista, en el que todo es tan sencillo como ir de A hasta B. Olvidándose que entre estos dos puntos hay un infinito número de posibilidades que interactúan entre el espacio y el tiempo, ahí es nada.



Como ya he dicho otras veces; un niño de una zona pobre del mundo, asolado por guerras y penurias climáticas, poco puede hacer para competir por un trozo de pan. Es más, no hay pan por el que competir.



Su teoría, que pudo ser buena en su momento, es ridícula y reduccionista en un mundo global. Y más ridículo y vergonzoso seguir apostando por ello.



Así que el perdedor (siguiendo con nuestra historia) muerto de hambre y con un estado físico y emocional por los suelos, tendrá que recurrir al instinto, bueno, no es que recurra conscientemente, es un acto automático de supervivencia. Activando esa zona del cerebro primigenio, reptiliano, casi olvidado, que en caso de supervivencia tomará el control. Y basará todas sus energías en alimentarse. Cosa que podemos traducir en robo, asesinato, guerras….



Y alguien, sentado en un cómodo sillón, en su poltrona, defensor de la libre competencia, dirá que esta persona está cometiendo un delito, que está loca, o que no tiene sentimientos. Evidenciando su falta de conocimiento en cómo actúa el cerebro humano.



Así que por arte de magia nos aparece una tercera persona, que sin estar directamente metida en la ecuación, acaba convirtiéndose en víctima de nuestro pobre hambriento inicial. Y si seguimos la historia nos daremos cuenta que la proporción de ganadores y perdedores es demencial y claramente superior en el lado de los vencidos. Todo un derroche de eficiencia.



Simple matemática. Pero una matemática humana, basada en los sentimientos, basada en la verdadera noosfera, o sin ir tan lejos, en un simple mundo global o mundicéntrico. Y no en una falsa, sesgada, unidireccional matemática, basada en una globalización teórico-académica que tantos libros vende y que tan poca humanidad exhala.



Extrapolando podemos darnos cuenta de lo demencial que es este sistema. Y todavía podemos empeorarlo, añadiendo toda esa tropa de oportunistas, revolucionarios, iluminados y mesías de tres al cuarto, que acechando, buscarán su momento de gloria.



Y todo ello debido a un miedo horrible de que otros tengan lo mismo que nosotros. Porque creemos que eso nos quitará nuestra personalidad. Cómo voy a sobresalir, cómo sabrán que soy un ganador, cómo hacer que me quieran y me respeten… cómo me ganaré el amor de los demás si no lo acompaño de un cochazo, ropa de marca o mesa reservada en garito de moda…



Mi individualidad no se pierde porque otro pueda comer del mismo bocadillo. Ni porque pueda optar a la misma tecnología, o a los mismos estudios. Mi individualidad está garantizada en el momento de nacer. Cada persona es única. Una bella nota en un mar de ellas, formando una maravillosa sinfonía de infinitas e incomparables notas… Pero al contrario de lo que creemos, nos han despojado de esa individualidad, y nos han educado para que sólo podamos sentirnos diferentes poseyendo más que los demás. Basamos nuestra individualidad en algo que ni siquiera está en nuestra esencia. Y eso es lo más alejado que hay de la individualidad.



Y con ésa falsa libertad, falsa individualidad; nos quedamos en los suburbios, en el envoltorio. No degustamos ni por asomo las verdaderas alegrías que nos puede dar la vida. Nos conformamos con ese sucedáneo de lo material y nos olvidamos de potenciar y descubrir nuestras más infinitas cualidades… Nos volvemos inmunes a nuestro ser, e inmunes, cómo no, a nuestros semejantes, a nuestros hermanos, a nuestros compañeros… a nuestro mundo.



Dos personas no danzan igual, no bailan igual, no ríen igual… Si respetamos eso, el mundo será una infinita celebración… Única, individual, global.

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